A la falta de controles y de transparencia en el uso de los fondos por parte de las universidades, se sumó recientemente la versión de que “los pobres no van a la universidad”. Sin embargo, los datos reales contradicen esa afirmación.
Cómo es el caso de la UNS.
Dos informes recientes publicados por Chequeado y por InfoBae contradicen las declaraciones de algunos sectores del gobierno de que la universidad pública no tiene alumnos pobres. “En un país donde la gran mayoría de los niños son pobres y no saben leer, escribir ni realizar una operación matemática básica, el mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres hacia los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, la cultura y el tiempo común para poder estudiar”, sostuvo el presidente Javier Milei. No obstante, los datos de la propia Subsecretaría de Políticas Universitarias y del INDEC muestran que decir que “los pobres no llegan a la universidad” es una afirmación errónea.
En cuanto a su situación económica, las estadísticas analizadas por InfoBae muestran que casi la mitad de los alumnos en universidades públicas está por debajo de la línea de pobreza. “Según el análisis realizado por Leopoldo Tornarolli, economista del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad Nacional de La Plata, el 42,6% de los estudiantes universitarios en el sistema público es pobre. Este cálculo es en base a los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y corresponde al semestre que va de octubre de 2023 a marzo 2024, el último completo con microdatos, ya que los publicados por el INDEC llegan hasta el primer trimestre de este año”, explican las especialistas en periodismo de datos Sandra Crucianelli y Mariel Fitz Patrick.
Tornarolli destaca que “más gente de bajos ingresos entra al sistema que en el pasado, y más gente que está en el sistema se vuelve de bajos ingresos por la situación económica actual y de los últimos años”.
El comedor de la UNS, donde los estudiantes pueden almorzar y cenar con precios muy accesibles
Según cita InfoBae, para Daniel Schteingart -director de Planificación Productiva de Fundar, una ONG especializada en políticas públicas- “si bien es cierto que los sectores medios van más a la universidad que los más bajos -y esto es así en todo el mundo-, no es que los sectores bajos no van”. Y destacó que “la educación superior se ha ido democratizando en Argentina. En 2003, el 31,6% de los estudiantes de nivel superior de instituciones públicas venía de los quintiles 1 y 2 (40% más pobre). Hoy esa cifra es 10 puntos más alta (42,1%)”.
El presidente también sostuvo que “la universidad ha dejado de ser una herramienta de movilidad social para convertirse en un obstáculo para la misma”, pero los datos del último Anuario Estadístico Universitario publicado por la Secretaría de Políticas Universitarias y análisis realizados por economistas de la UNS y el CONICET especializadas en economía y educación sostienen lo contrario
Según publicó Chequeado, “casi el 48% de los nuevos inscriptos en universidades e institutos universitarios nacionales y provinciales de la Argentina en 2022 (último dato disponible) son primera generación de universitarios en sus familias, cifra que aumenta al 68% si se consideran solo los estudiantes que respondieron sobre la instrucción de sus padres.
En la Universidad Nacional del Sur se sigue la tendencia: según el portal de datos abiertos datos.uns.edu.ar en 2022 –año de la estadística publicada por la SPU- se anotaron 6821 ingresantes. Los datos de la SPU muestran que el 64,8% no contaban con padres universitarios. Es decir, casi 7 de cada 10 son primera generación en acceder a la educación universitaria. De ellos, el 54,7% eran oriundos de Bahía Blanca, mientras que el restante 45,3% provino de otras localidades.
Según las especialistas en economía y educación María Marta Formichella y Natalia Kruger, del Departamento de Economía de la UNS, la relación entre educación e ingresos es directa: La educación superior tiene altos retornos sociales al incrementar la productividad, promover el crecimiento de la economía y otras dimensiones del desarrollo socioeconómico. Desde el punto de vista individual, favorece la movilidad ascendente, dado que el paso por la universidad mejora las perspectivas laborales y de ingresos futuros.
“En el gráfico se puede ver una tendencia clara: a mayor nivel educativo, más probable es que alguien obtenga una mayor remuneración por su trabajo. Los que tienen menos estudios (como solo secundaria) tienden a estar en el grupo de ingresos más bajos. Al contrario, las personas con más estudios (como un título universitario) son más propensas a estar en el grupo de ingresos más altos”
“La diferencia es grande”, remarcaron las investigadoras del CONICET en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur: “La probabilidad de estar en el grupo de ingresos más altos para quienes tienen estudios universitarios es 28.6 puntos porcentuales mayor que la de quienes solo terminaron la secundaria. Incluso quienes no terminan la universidad pero cursan parte de ella también ven un aumento en sus ingresos: su probabilidad de estar en el grupo de ingresos más altos aumenta en 12,3 puntos porcentuales”, concluyeron.